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Haruto

  Capítulo 1

  Lucas López caminaba por los pasillos del Instituto Esperanza con una confianza innata que atraía las miradas de todos a su alrededor. Su cabello, perfectamente peinado, sus ojos verdes brillantes y esa sonrisa encantadora lo convertían, sin duda, en el "príncipe" del instituto. No solo destacaba por su apariencia; Lucas irradiaba un carisma natural que lo hacía sobresalir en cada rincón.

  El sol de la tarde atravesaba los ventanales, ba?ando los pasillos en una luz cálida. Las risas y conversaciones se mezclaban con el eco de los pasos, creando una atmósfera vibrante que contrastaba con el silencio interno de Lucas. Mientras avanzaba, sus amigos inseparables, Mateo y Leo, lo seguían como un séquito leal, siempre presentes, pero nunca tan visibles como él.

  Las chicas los observaban desde la distancia, algunas con risitas nerviosas. Sofía, la más linda y dulce de todas, bromeaba con ellos, pero había algo en la forma en que miraba a Lucas que no se podía disimular.

  —?Lucas, no te olvides de la reunión del consejo estudiantil esta tarde! —le recordó Sofía con una sonrisa radiante.

  Lucas asintió, siempre dispuesto a participar y ayudar en cualquier actividad que mejorara el instituto. Durante las clases, su presencia era igual de destacada. Los profesores lo admiraban por su inteligencia y amabilidad, mientras que los estudiantes lo respetaban; era el chico al que todos querían tener cerca.

  Sin embargo, pese a toda la atención que recibía, había alguien que lograba desviar su enfoque: Alma, la amiga de Sofía. Ella no era como las demás chicas. Su belleza era indudable, pero lo que más atraía a Lucas era su empatía y su disposición para ayudar sin esperar nada a cambio. Alma parecía ver el mundo de una manera diferente, y eso la hacía especial.

  —?Estarás libre ma?ana? —preguntó tratando de sonar casual, pero con un toque de nerviosismo apenas perceptible. Alma le dedicó una sonrisa amable, aunque había algo en sus ojos que Lucas no pudo descifrar.

  —Lo siento, tengo clases de baile ma?ana. No creo que tenga tiempo libre.

  —?Y después de tus clases? Podría esperarte afuera y podríamos ir a la nueva cafetería que abrieron.

  Mientras ambos hablaban, Sofía, que los observaba desde el otro lado del pasillo, sintió una punzada de inquietud. ??Por qué Lucas estaba tan interesado en Alma? ?Su sonrisa no se apagó, pero sus pasos se aceleraron al acercarse.

  —??Qué hacen, chicos?! —preguntó Sofía con tono despreocupado, aunque sus ojos revelaban otra cosa.

  —Estábamos hablando sobre la nueva cafetería, pero Alma está ocupada —explicó Lucas, intentando sonar relajado.

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  —Bueno, yo podría ir contigo si quieres.

  —Está bien, vamos juntos entonces —respondió Lucas.

  Alma se marchó en silencio, pero la incomodidad en su rostro era innegable. Sofía y Lucas continuaron hablando, aunque él apenas escuchaba. Su mente seguía atrapada en aquel momento, en las palabras que no habían sido dichas, en la sensación inesperada de vacío que le oprimía el pecho.

  Más tarde, al atardecer, Lucas se recostó en su cama. La luz dorada del sol se filtraba a través de la ventana, pintando su habitación con tonos cálidos y serenos. Sin embargo, dentro de él, todo era un caos.

  El rechazo de Alma lo envolvía como una niebla espesa, sofocante. Era la primera vez que alguien le decía que no. A lo largo de su vida, siempre había sido un constante sí: puertas que se abrían sin esfuerzo, caminos que se despejaban ante él. Nunca había sentido la dureza de una negativa, el frío impacto de un muro al final del camino.

  Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro. Tal vez, cuando la noche cayera por completo, aquella punzada en el pecho se desvanecería con la oscuridad.

  Al día siguiente

  —?Todos sentados, por favor! —gritó el profesor de filosofía, su voz resonando en el aula—. Abran sus libros en la página treinta uno, sobre los conceptos de Sócrates. Alma, ?puedes leernos lo que Sócrates nos ense?ó sobre la importancia del saber?

  —Sócrates nos ense?ó que la verdadera sabiduría viene del reconocimiento de nuestra propia ignorancia. Su famosa frase "Solo sé que no sé nada" destaca la importancia de cuestionar constantemente nuestro conocimiento y buscar la verdad. Para Sócrates, el saber no era solo acumular información, sino entender profundamente y tener la humildad de aceptar lo que no sabemos.

  Mientras Alma leía, Lucas no pudo evitar admirar su claridad y la entrega con la que hablaba. A pesar de la confusión que le había dejado su reacción del día anterior, la voz de Alma le transmitía una calma que no había sentido antes. Sin embargo, un nudo en su estómago crecía al recordar la escena en el pasillo.

  El profesor de filosofía intervino:

  —Gracias, Alma. Sócrates también enfatizó la importancia del diálogo y la reflexión. ?Alguien puede dar un ejemplo de cómo aplicar esto en nuestras vidas diarias?

  Lucas levantó la mano, decidido a participar:

  —Creo que podemos aplicar esto aprendiendo a escuchar más a los demás y a nosotros mismos. Muchas veces creemos que lo sabemos todo, pero al escuchar diferentes perspectivas, podemos entender mejor el mundo y a las personas que nos rodean.

  El profesor de filosofía sonrió, apreciando su aporte.

  —Excelente, Lucas. Esa es una lección muy valiosa.

  Mientras la clase continuaba, Alma le sonreía a Lucas, aunque había un destello de misterio en su mirada. Cuando sonó la campana del recreo, Sofía se acercó a Lucas para pedirle los apuntes del profesor de filosofía.

  Mientras hablaban, Alma se reunió con sus amigas para salir del aula. Lucas la observaba mientras se alejaba, sintiendo un retortijón en el estómago.

  —Perdón, Sofía, ?me disculpas? Voy a comprar algo para beber. ?Quieres que te traiga algo?

  —Claro, unas galletitas, por favor —dijo Sofía con una sonrisa mientras jugueteaba con su cabello.

  Cuando Lucas salió del aula, vio a Alma en un rincón del pasillo con un chico. Estaban a solas, demasiado cerca. Algo en la forma en que ella bajaba la mirada y él hablaba en voz baja hizo que el pecho de Lucas se apretara. No sabía de qué hablaban, pero la escena le resultaba inquietante. Su corazón latía con fuerza, como si le estuvieran ocultando algo que no debía saber.

  Cuando el chico se despidió de Alma, ella lo miró en silencio y apenas unos segundos después, Lucas apareció en el pasillo. Sin mediar palabra, la tomó suavemente de la mano, su mirada intensa como siempre. Alma lo miró sorprendida, pero no dijo nada. Algo en la expresión de Lucas la inquietó.

  —Alma, ?Quién era ese chico?

  —Se me declaró —murmuró, con la mirada perdida en algún punto, como si aún intentara asimilar lo sucedido.

  —Ah, ?y qué le dijiste? —intentando mantener la calma.

  —Es un secreto —susurró Alma al oído antes de que sus amigas la llamaran desde lejos. Se despidió rápidamente, dejando a Lucas con un torbellino de emociones.

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